Los recientes acontecimientos que han marcado la relación entre Estados Unidos y Colombia ameritan aplacar los ánimos y hacer una pausa para evaluar detenidamente lo que realmente está en juego.
De hecho, Colombia ha sido uno de los 5 países que ha salido mejor librados a raíz de la imposición de los aranceles recíprocos por parte de la administración Trump.
Nuestras exportaciones quedaron gravadas con un arancel del 10%, mejor que Asia (22%), Europa (16%) y Brasil (50%).
Además, la orden ejecutiva denominada ‘Reciprocal Tariff Adjustments for Aligned Partners’ señala que la tarifa del 10% puede ser reducida proporcionalmente, si los insumos estadounidenses incorporados en el producto exportado a Estados Unidos supera el 20%.
Adicionalmente, es probable que las ventas de Colombia en el mercado estadounidense puedan llenar los espacios que dejó la salida de algunos países, como resultado de la imposición de los nuevos aranceles. De ahí que sería conveniente determinar qué oportunidades tenemos para llenar esos espacios e incluso analizar qué proyectos de “nearshoring” pudieran desarrollarse en Colombia, para aprovechar esos escenarios.
No debemos olvidar que Estados Unidos no es un socio más. Se trata del principal destino de nuestras exportaciones y el mayor inversionista extranjero directo en el país. De acuerdo con Analdex, alrededor del 30% de los bienes colombianos, entre ellos café, flores, oro, frutas y manufactura, tienen como destino ese mercado.
La distancia de solo 1.700 km entre EE. UU. y Colombia facilita el movimiento de insumos en ambos sentidos. Por consiguiente, no todo es gris en el panorama. Sin embargo, nos encontramos en un punto de inflexión en el que las decisiones que tomemos pueden significar el aprovechamiento extraordinario de las oportunidades que se nos han presentado, o, por el contrario, llevarnos a escenarios realmente catastróficos e irreversibles.
Ganar y mantener un mercado requiere años de esfuerzo y dedicación, pero perderlo de forma definitiva y sin posibilidad de recuperación puede suceder en un abrir y cerrar de ojos. De agravarse las diferencias entre Estados Unidos y Colombia se correría el riesgo de entrar en un espiral o escalada arancelaria con impredecibles consecuencias.
Según un estudio de Araujo Ibarra podrían perderse 500.000 empleos directos y un millón de indirectos, la mayoría campesinos (café) y madres cabeza de familia (flores). No podemos pensar con el deseo. Por el momento, reemplazar el mercado estadounidense no es viable.
De ahí que, que el cierre de ese mercado sería fatal para el sector de las flores, el café, oro, frutas y manufactura. De hecho, Colombia ha buscado, de manera inveterada, incrementar y diversificar sus exportaciones sin mayores resultados, a pesar de que cuenta con 18 tratados comerciales.
Por último, debemos recordar que la suerte de los aranceles recíprocos aún está en vilo, por cuanto dependen de la decisión final de la Corte Suprema de Estados Unidos. Ellos fueron declarados ilegales por el Tribunal Federal de Comercio Internacional, decisión confirmada en gran parte por el Tribunal Federal de Apelaciones providencia que fue apelado por el gobierno y se está a la espera del fallo en noviembre.
Así que aún quedan muchos temas pendientes de definir y es prudente procurar calmar las aguas. Todavía estamos a tiempo de sacar esto adelante.
