La caída de precios: de eso tan bueno no dan tanto

May 26, 2023 | Publicaciones

IBARRA RIMÔN

Verdadero júbilo despertó el reciente anuncio, que apareció con amplio despliegue en los medios y en las redes sociales, de las principales grandes superficies del país, de bajar los precios de productos como el arroz, los huevos, el aceite, la pasta, los bienes de aseo personal, y otros productos de primera necesidad, en aras de combatir y hacer frente a la inflación.

Al parecer está iniciativa ha conducido a una febril guerra de precios, en el mercado, entre las grandes superficies. Cada una ha pregonado con bastante ruido su campaña y promoción de precios bajos y descuentos.

Aunque en principio el propósito de esta decisión parece bastante loable genera, sin embargo, no pocas inquietudes.

¿Quiénes realmente serán los que van a asumir estos descuentos? ¿Son ellos el resultado de grandes esfuerzos por mejorar la eficiencia en beneficio del consumidor? De ser ello así, la competencia por la baja de precios sería incuestionablemente bienvenida y saludable.

No obstante, algunas de las grandes superficies han proclamado que la reducción de los precios puede alcanzar hasta un 45% en algunos productos. Un descuento tan considerable lleva a preguntarse ¿cuál era entonces la plusvalía o el margen que estaban obteniendo estas tiendas, antes de bajar sus precios? ¿Acaso eran ellos supra competitivos y su reducción no hizo otra cosa que ajustarlos a los niveles que realmente debían de tener?

Otro punto que llama la atención radica en las declaraciones que dio el vicepresidente de una de esas compañías, a los medios, según el cual estas reducciones habían sido el resultado, entre otros factores, de “negociaciones eficientes”. No es claro lo que ello significa y queda la duda de si estas drásticas reducciones podrían haber sido el resultado de su poder de negociación sobre sus proveedores. ¿Les permitió esa situación, imponerles esas reducciones y drásticos descuentos?

De ser ello así, no solo estarían, esos almacenes de cadena, ganándose indulgencias con ave marías ajenas, sino que, si esta situación persiste, podría existir el riesgo de que esas bajas de precios tan agresivas se mantengan a expensas de la calidad de los productos, hasta extremos inadmisibles. Lo anterior podría llevar, además, a serios problemas de salubridad.

Lo cierto es que, estas reducciones tienen que salir de alguna parte, alguien tiene que asumirlas, no pueden ser el resultado de la magia y menos aún en un momento en que los costos registran una tendencia al alza.
Es forzoso remitirse aquí, a un caso emblemático que se originó en el Reino Unido en el año 2012.

Se trata de un muy sonado escándalo que se suscitó en Inglaterra, cuando los procesadores de carne decidieron vender fraudulentamente carne de caballo, a las tiendas de cadena, como si fuera de res o ternera de alta calidad.

Lo anterior, ante la imposibilidad de poder cubrir sus costos debido a los precios de compra excesivamente bajos, a los agresivos descuentos que les impusieron los supermercados y a la guerra de precios que se desató como consecuencia. Esta práctica se extendió después a la mayoría del continente europeo.

Los bajos precios de compra llevaron a los proveedores a engañar a los consumidores para evitar su salida del mercado. Es decir, que se vieron enfrentados al dilema de “engañar o morir “.
Como lo señalaron Maurice Stucke y Ariel Ezrachi, en su celebre obra “Competition Overdose” (Sobredosis de Competencia) la clara lección que dejó esta experiencia es que no es posible obtener bienes de muy alta calidad a precios excesivamente bajos.

Así que no hay que tragar entero y es recomendable recibir con cautela las reducciones de precios tan drásticas, que con tantos bombos y platillos se han anunciado en estos días.

Es menester recordar que no siempre las cosas son lo que parecen.

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