En los últimos meses ha sido tendencia el ChatGPT (Generative Pre-trained Trasnfomer), aplicación que parece ser capaz de comprender el lenguaje humano de manera natural y de mantener conversaciones a través de textos detallados y aparentemente coherentes.
Esta tecnología, creación de la empresa estadounidense OpenAI, es un chatbot (robot de conversación) o programa de software que es apto para conversar con un usuario, sobre temas específicos.
Los chatbots generalmente son utilizados por las empresas como solución automatizada para atender a sus clientes. Ejemplo de lo anterior son las respuestas computarizadas a ciertas preguntas predeterminadas a través de Whatsapp que ofrecen asistencia en los procesos de venta de las empresas, o los utilizados por los bancos para dar información sobre saldos o la adquisición de créditos, entre otros.
Lo novedoso de ChatGPT radica en que puede dar respuestas idénticas a las que dan los humanos y en que es capaz de realizar en segundos muchas tareas que normalmente son tediosas, tales como ordenar información, redactar ensayos, elaborar dietas, escribir recetas o resolver problemas matemáticos.
Pero ChatGPT no solo ha conquistado de manera acelerada a los internautas, sino también a Microsoft, quien realizó una multimillonaria inversión multimillonaria en OpenAI. Como respuesta a este movimiento, Google reacciono con el anuncio del lanzamiento de su propio chatbot llamado “Bard”, que se encuentra en etapa de prueba.
Esta innovación, ha sido motivo de alarma en China, país que ha manifestado gran desconfianza por la tecnología extranjera y en donde inquieta la información sin censura que pueda ofrecer esta herramienta a los usuarios. Otro motivo de preocupación es el contraste entre la avanzada tecnología de inteligencia artificial en Estados Unidos y lo rezagadas que están las empresas tecnológicas de China.
Lo anterior llevó al gobierno chino a prohibir a las empresas, aplicaciones y sitios web locales que ofrezcan los servicios de ChatGPT, aunque algunos ciudadanos han logrado eludir esas restricciones mediante el uso de redes virtuales privadas y números de teléfono extranjeros.
Al margen de lo anterior, es un hecho que el ChatGPT no ha llegado exento de inquietudes que giran, especialmente, en torno del uso que se le puede dar y de la posibilidad de que se utilice para difundir información parcial, errónea o engañosa, datos personales, información confidencial de terceros o protegida con propiedad intelectual. De ahí que la difusión de información generada por esta tecnología, sin ningún filtro o tamiz, podría generar graves riesgos y contingencias legales.
En el campo jurídico, a pesar de que ChatGPT es muy útil en la elaboración de documentos legales, también puede producir errores de sintaxis y ocasionar problemas en la calidad y precisión del lenguaje. Por consiguiente, se trata de una herramienta que debe ser empleada con precaución y con algunos mecanismos que permitan un mínimo control de calidad.
En el sector académico, algunos sostienen que esta nueva tecnología representa una amenaza al sistema educativo. Así para el lingüista Noam Chomsky, esta aplicación no es más que un “mecanismo de plagio de alta tecnología” que demerita el aprendizaje de los estudiantes, y que va a generar una grave falla al sistema pedagógico. De hecho, varias instituciones ya han prohibido su uso y han decidido regresar a los exámenes en papel.
La llegada de toda tecnología disruptiva nunca es pacífica y el caso de ChatGPT no es la excepción. Será entonces menester decantar esta nueva aplicación para aprender a utilizarla de manera responsable y a manejar sus efectos secundarios y nocivos.