Desde principios de este año, el presidente Donald Trump ha marcado un viraje completo en la política comercial de EE. UU., al priorizar la seguridad nacional y las estrategias bilaterales sobre el sistema multilateral que representa la OMC.
Lo anterior estuvo precedido por el bloqueo estadounidense al Órgano de Apelación, que llevó a la parálisis del mecanismo de solución de controversias.
Como se ha expresado, en diversas oportunidades en este espacio, la crisis realmente tuvo su origen en una serie de factores estructurales que las partes de la OMC no quisieron abordar y que llevaron a inequidades y a falsear las condiciones de competencia, no solo para Estados Unidos, sino para todos los países.
Es el caso del ingreso incondicional de la China a esa organización. No se le exigió, a ese país, el compromiso de hacer la transición a la economía de mercado, y como si eso fuera poco, se le se le asignó, además, el estatus de país de menor desarrollo económico, lo que le confirió inaceptables privilegios adicionales.
Existe consenso acerca de la importancia de reformar la OMC para tratar asuntos como el comercio electrónico, los subsidios industriales y la regulación digital.
Pero al margen de lo anterior, la pregunta que hoy se hace el mundo es si ¿Es viable un sistema multilateral sin Estados?
Mientras algunos países prefieren fortalecer el sistema multilateral actual, otros proponen una nueva coalición multilateral, para manejar las tensiones entre potencias como Estados Unidos y China.
Mark Carney, primer ministro de Canadá ha sugerido que la Unión Europea y al Acuerdo Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP) unan fuerzas para crear un bloque comercial multilateral que pueda negociar en igualdad de condiciones frente a Estados Unidos.
Según Project Syndicate, una alternativa más ambiciosa, es la creación de una Organización Comercial Global “Global Trade Organization (GTO”), que mantenga los principios de la OMC, pero evite la parálisis política actual y excluya la participación de EE. UU.
Esta iniciativa está motivada en el hecho de que a pesar de que ese país representa apenas el 12% del comercio mundial es quien está imponiendo las reglas de juego al 88% restante.
La idea es que este nuevo organismo adopte los acuerdos existentes y preserve la continuidad jurídica, para evitar que el vacío institucional se profundice.
No obstante, hasta el momento no se ha definido de manera clara cómo se logrará este objetivo ni qué mecanismos concretos se implementarán para prevenir bloqueos similares.
Sin embargo, en este nuevo escenario seria menester resolver de fondo los problemas que llevaron a la crisis a la OMC, especialmente el de la China.
¿Se mantendrá el acceso incondicional de China a otros mercados sin exigir condiciones ni implementar mecanismos para corregir la competencia desigual? ¿Se van a meter en cintura las restricciones unilaterales y otras barreras que imponen los países para hacer valer sus políticas ambiéntales internas?
Si no se afrontan estos asuntos simplemente se trasladara la crisis a otro escenario y a la vuelta de la esquina el mundo estará repitiendo la misma escena. No se habrá hecho nada.
Por el contrario, si se logra eliminar los principales irritantes que han desatado la crisis, es posible que hacía el futuro, en la época post Trump, Estados Unidos pueda estar interesado en volver a pertenecer al sistema.
